Tan sólo es necesario abrir los ojos y mirar con detenimiento para darse cuenta de cómo los dirigentes de este país trafican y juegan con las esperanzas de todo un pueblo, y que mejor apoyo para estas acciones que un buen montaje de un juego electoral perfectamente elaborado. ¡Es que la democracia colombiana funciona!, gritan algunos ingenuos o insensibles que no conocen en realidad las reglas del juego o que las conocen demasiado bien, y hasta se inventan otras para su beneficio.
Montan un juego estupendo en el cual siempre van a salir ganando. Hablan de cambio de senadores y representantes a la cámara, de curules, de presidentes, de ministros, de democracia, de cada 4 años, pero no de historia bañada en sangre limpiada con pañuelos democráticos. Incluyen a todos en el juego, nadie queda afuera, todos votan, todos ganan, todos opinan y a los que se oponen y dicen que no quieren jugar los asesinan. La maquinaria electoral colombiana está diseñada para eso, y cada vez les funciona mejor.
Y que mejor ejemplo del juego que las pasadas elecciones para Senado y Cámara de Representantes, en estas se aprecia el cinismo más grande de todo su montaje, ya que la mayoría de cargos quedan en manos de los partidos que desde hace un buen tiempo tienen el poder y que no lo utilizan para beneficios colectivos, si no que por el contrario lo usan para satisfacer sus intereses.
Y la situación no cambia cuando de presidente se habla, ya que al señor Uribe se le acabo su gobierno de 8 años y llego al poder el señor Santos, el juego electoral así lo muestra y esta vez el fue el afortunado ganador, y seguramente se nos vienen otros 4, quizá 8 años de cosas peores. Pero el juego no es tan simple, tiene muchas añadiduras: debates, partidos nuevos sin ideologías claras, falta de garantías para algunos candidatos, oposición, RCN, Caracol, segunda vuelta, encuestas, Napoleón Franco, porcentajes, Mockus, montajes, montajes y más montajes.
Sin embargo el juego electoral funciona y no podemos olvidar lo incluyente que es, tanto, que incluye muertos, amenazas, y otro sin número de cosas que pueden votar y ejercen sus derechos democráticos. Así que no desprestigiemos el juego y sus poderosas reglas, porque ilusos seríamos si creyéramos que algo puede hacerse dentro de este juego para llevar a cabo cambios sociales, juego que ellos inventan y reinventan cada vez que se les antoja. Si ganan hoy en día, y han estado ganando desde hace más de 200 años, es porque este juego nos mantiene sometidos y maniatados, condenados…
Sin embargo hay quienes se atreven a decir que Colombia es la democracia más vieja de Latinoamérica y defienden su “efectividad”, pero cómo se puede considerar esto una democracia si tanto el pasado como el presente nos demuestran lo inestable del país en este aspecto. Vale la pena cuestionarnos sobre la legitimidad del juego electoral (aparte de su dudosa legalidad), ¿cuál es realmente el apoyo del pueblo? ¿Si es tan democrático como dice ser? ¿Va más allá de un simple papel en las urnas? ¿Beneficia a las clases menos favorecidas, cómo lo hacen creer? ¿Qué tan válida es la democracia cuándo la abstención es superior?