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Nos encontramos en un momento en el que se hace necesario comprender la situación de consolidación del régimen dominante en nuestro país, disfrazado bajo la farsa de unidad nacional y la puesta en marcha de un supuesto gobierno por “tercera vía”. El desarrollo de este proyecto se debe a que en las últimas décadas el sistema económico capitalista, a nivel mundial, ha tenido cambios dirigidos hacia una reestructuración, producto de la crisis sufrida en la década del 70. Estos cambios se manifestaron (y manifiestan) con la adopción de una serie de políticas -denominadas neoliberales- que han aumentado la concentración de riqueza, mediante el despojo y la explotación de los sectores populares.
Como consecuencia de ello, en los años 70-80 se produce una fuerte reactivación de los movimientos sociales en general, evidenciado en el aumento del número de protestas sociales, ocupaciones de tierras, y en la expansión de proyectos emancipatorios en todo el mundo.
A lo anterior las élites gobernantes respondieron con la agudización de la represión y el fomento de nuevas prácticas y mecanismos para la extinción del movimiento popular. Ejemplo de ello es la creación, desarrollo y auge del paramilitarismo y la aplicación de políticas estatales de seguridad, extremas y autoritarias en Colombia y toda América Latina.
En este contexto, el movimiento indígena ha sido el único movimiento social que en nuestro país mantiene organización, fuerza y capacidad de movilización. Es por ello que un buen número de organizaciones indígenas del sur-occidente del país han llamado a la configuración de una Minga de Resistencia como la posibilidad de reemprender la lucha por la construcción de poder y de un nuevo modelo de sociedad.
En el caminar de la Minga se ha gestado la idea del Congreso de los Pueblos, entendido como el escenario para la confluencia y articulación de distintos movimientos, expresiones y organizaciones sociales, populares, etc.
Durante este Congreso, realizado entre el 8 y el 12 de octubre, se discutieron propuestas que giraban en torno a la construcción de nuevos modelos de democracia, el problema de las tierras, los recursos, la autonomía en los territorios y la apuesta por la implementación de economías solidarias y soberanas en las comunidades, entre otras.
Al Congreso asistieron alrededor de 17 mil personas pertenecientes a diferentes comunidades, pueblos y sectores sociales del país, siendo este un gran esfuerzo en la búsqueda de nuevos caminos de unidad y articulación popular.
Nosotros, como grupo de trabajo estudiantil “Palenque”, valoramos el proceso de la Minga y el Congreso de los Pueblos como escenarios vitales para el ejercicio de la resistencia y la construcción de alternativas de poder y de sociedad. El movimiento estudiantil debe hacerse participe activo de estos procesos, no viéndolos como instrumentos para dinamizar las coyunturas sino como espacios para la reivindicación, el cambio y la transformación social en Colombia.
De igual forma, en la construcción de este proyecto debemos avanzar hacia la gestación y consolidación de experiencias en lo urbano, sin que ello signifique la separación o el desconocimiento del gran trabajo en lo rural, y que permita armonizar, ampliar y globalizar las luchas de los de abajo.