Existe otro 11
de septiembre. Otro 11 de septiembre diferente al de las Torres Gemelas. Existe
otro 11 de septiembre que no conmemoran los medios, en el que los grandes
homenajes se viven en las calles y no en televisión. Otro 11 de septiembre
triste, pero digno y rebelde. El 11 de septiembre de la desesperanza y de la
esperanza, de los sueños, del No perdón, del No olvido, el 11 de septiembre de
1973, de la memoria, de la Unidad Popular, de Chile, de Latinoamérica, de
Salvador, del fascismo que odiamos, del socialismo democráticamente constituido
y violentamente exterminado.
No nos cansaremos
de recordarlo, ni de conmemorarlo, ni la muerte de Allende, ni los miles de
encerrados, torturados y asesinados en el estadio de Santiago en donde
posteriormente la selección de fútbol de la URSS se negaría a jugar el partido
de vuelta de repechaje para un cupo al mundial de Alemania del año siguiente.
No se podía ser patrocinadores de semejante barbarie, no había motivos para
jugar en dicho escenario, lleno de sangre, y que en medio de un incólume
silencio clasificaría a Chile al mundial. Esto solo como una historia más, de
las miles que no se cuentan de esos días de 1973 y los años venideros con la
dictadura.
Para 1970, en
Chile, las elecciones darían como ganador a Salvador Allende. Algo
contradictorio, ¡un presidente de talante marxista, elegido bajo un método
liberal! sin duda alguna, novedoso, y para algunos, tal vez esperanzador. Sin embargo el gobierno de Allende no fue
fácil, la propaganda e injerencia de Estados Unidos en el país austral
torpedearían sus planes, y terminarían, finalmente, por quitarle la vida y por
instaurar el fascismo.
Aquella época
era bastante álgida: guerra fría, tensiones y dictaduras era lo que copaba el
plano político en todo el planeta. En Latinoamérica el ejemplo era claro: Cuba,
esa pequeña isla símbolo de la resistencia, y que más que el modelo a imitar,
era (es) la viva imagen de que el socialismo si era (es) posible en estas
tierras, y que podía ir más allá de Europa oriental y todo lo concerniente a la
URSS.
No obstante,
Estados Unidos había desplegado todo su poderío ideológico y militar sobre
estas tierras. No podía permitir la expansión del comunismo, pues este no les
permitiría acceder a toda costa a la diversidad y las riquezas
latinoamericanas. Y Chile, desafortunadamente ese Chile de la Unidad Popular,
fue su experimento más bien logrado. Derrocarían a un presidente, a un pueblo,
e instaurarían la dictadura fascista por 17 años, que en cabeza de Augusto
Pinochet (que en paz no descanse) agenciaría un modelo económico neoliberal,
acorde con los intereses del capital, a la vez que desaparecía, torturaba y
asesinaba a la oposición, de cualquier tipo. (Ver imágenes del golpe)
Fueron años
del silencio, de crímenes que permanecen impunes, pero hoy Chile y
Latinoamérica, sus pueblos y sus gentes, luchan por la dignidad y la memoria, pisarán
las calles nuevamente de lo que fue Santiago ensangrentada, no olvidarán a los
muertos, a los torturados y desaparecidos, no perdonarán las atrocidades ni la
barbarie. No serán más cómplices con el silencio, seguirán haciendo memoria, y construyendo
una Latinoamérica diferente.
¡Hoy, a 40
años, Salvador, la Unidad Popular y todos sus muertos, viven más que nunca!
