El paro nacional agrario: cuando lo reivindicativo es transformativo

  

Fuente: http://www.vanguardia.com

Es crucial mencionar que el apoyo o la coincidencia de gremios como los camioneros, los mineros, los estudiantes, integrantes del sector salud y las centrales obreras en esta movilización, es una muestra de la efervescencia creciente de un movimiento social que busca transformaciones a partir de sus agendas particulares. La coincidencia múltiple en la movilización de esta semana es indicador de la posibilidad de coordinar acciones en esos sectores dispersos.

Alejandro Mantilla (1)

¿Cuáles son los alcances del Paro Nacional Agrario que está en curso? Al analizar las agendas, reivindicaciones y pliegos de las organizaciones que promueven el paro, surge la pregunta sobre cuál es la dimensión política de la protesta ¿Se buscan meras reivindicaciones o el propósito es transformativo de la política y la economía colombiana?

Una pregunta habitual en los movimientos sociales se relaciona con los alcances de su acción colectiva. En los viejos buenos términos, tiende a diferenciarse entre lo ‘reivindicativo’ y lo ‘político’. Mientras lo reivindicativo apela a defender objetivos específicos que generen un mayor bien-estar para quienes participan de la acción, lo político apunta a una transformación más amplia del régimen económico y político de una sociedad, generando cambios profundos en sus instituciones.

La imprecisión de la diferencia entre lo ‘reivindicativo’ y lo ‘político’ sale a la luz al percatarnos que lo reivindicativo tiene una dimensión política. Por eso resulta útil retomar la diferencia, planteada por Nancy Fraser, entre lo ‘afirmativo’ y lo ‘transformativo’. Mientras la afirmación trata de las soluciones dirigidas a corregir los resultados injustos de las instituciones sociales sin afectar el marco general que los define, la transformación busca soluciones que buscan reestructurar ese marco general para corregir los resultados injustos.

En ese sentido, ¿Cuáles son los alcances del Paro Nacional Agrario? Examinemos los documentos de las tres organizaciones agrarias que promueven el paro.

En el documento firmado por la Mesa nacional de unidad agropecuaria, que agrupa a las ‘dignidades’ cafetera, arrocera, cacaotera, papera y panelera, se enfatiza en la búsqueda de pago de subsidios a la venta de sus productos, la regulación de los precios de los insumos agrícolas, la exigencia de cumplimiento de los acuerdos suscritos con el gobierno en pasadas movilizaciones y el rechazo de los acuerdos de libre comercio firmados por el Estado colombiano (2).

El documento de la Mesa nacional agropecuaria y popular de interlocución y acuerdo, que agrupa a varias organizaciones agrarias que hacen parte de la Marcha Patriótica, se menciona la exigencia de medidas para solucionar la crisis agropecuaria, un mayor acceso a la propiedad de la tierra, el reconocimiento de la territorialidad campesina, la participación de las comunidades en la política minera, garantías para el ejercicio de los derechos políticos de la población rural y mayor inversión social en salud, educación, vivienda y vías tanto en los campos como en las ciudades (3).

El documento del Coordinador Nacional Agrario, organización que reúne cerca de treinta organizaciones regionales que hacen presencia en 14 departamentos y que hace parte a su vez del Congreso de los Pueblos, recoge diez puntos de amplio alcance transformativo. Dentro de estos puntos se incluye el cumplimiento a los acuerdos otrora firmados; la solución política al conflicto social y armado; el reconocimiento del campesinado como sujeto social y político; la permanencia de los pueblos indígenas y afro, y de las comunidades campesinas en los territorios, con autonomía y autodeterminación; el rechazo de la gran minería trasnacional y la protección a la pequeña minería, la minería ancestral, y la minería tradicional; el rechazo de los TLC y en defensa de la economía campesina, y la soberanía y autonomía alimentaria; contra las fumigaciones; por los subsidios para los insumos agropecuarios; la condonación a la deuda de los pequeños productores; y por el respeto y garantías a la lucha agraria (4).

Si nos adherimos a los conceptos arriba mencionados, encontramos que la agenda de la movilización reúne los objetivos afirmativos con los transformativos, pues la búsqueda de subsidios, la regulación de los precios de los insumos agrícolas, la condonación de deudas, el rechazo a la gran minería o el freno a las fumigaciones, serían objetivos puntuales que buscan corregir situaciones lesivas para el campo. Por otro lado, el rechazo de los tratados de libre comercio muestra que la protesta tiene una agenda transformativa, al exigir el rediseño de la política económica del gobierno y el freno al modelo neoliberal aplicado con rigor en las últimas décadas.

Pero es preciso rechazar esa tentación. La lucidez de la lucha campesina radica en que cada una de las propuestas que parecen ser reivindicativas, en realidad son transformativas. Tomemos como muestras los subsidios a la producción y la política minera. Los subsidios son el ejemplo por excelencia de la postura reivindicativa, tanto así que el gobierno ha intentado dividir a los cafeteros prometiendo subsidios selectivos; pero si los subsidios no fueran patrimonio de algunos sectores y más bien cobijaran al conjunto de los productores, entonces tendría que redefinirse el presupuesto para la agricultura, exigiendo un rediseño del presupuesto nacional. De paso, la política agrícola tendría que repensarse en su conjunto al tener que generar nuevas instituciones que regulen dicho presupuesto. Con la política minera ocurre algo similar. Si se generara una política que diera mayor participación a los pequeños mineros y permitiera a las comunidades decidir sobre las concesiones mineras en sus territorios, el mapa de títulos mineros en Colombia variaría de manera considerable. En suma, cada aspecto reivindicativo de la agenda popular-rural puede conllevar la transformación de aspectos decisivos del campo colombiano.

Adicional a lo anterior, la agenda propiamente transformativa de esta movilización muestra que las organizaciones rurales han retomado la fuerza para exigir el desmonte de las políticas de apertura económica que han quebrado a la producción agraria nacional y han acrecentado los índices de pobreza rural, así como buscar la democratización de la vida política y la solución negociada al conflicto armado. En resumen, no sólo lo reivindicativo es transformativo, además la dimensión global de transformación también está presente en sus agendas de lucha. Por eso lo más importante de esta jornada es la agitación del reconocimiento político del campesinado como bandera del movimiento social; el punto más importante de estas jornadas es el reemerger de una actoría social que fue sistemáticamente debilitada por el despojo, la economía y la violencia sobre sus dirigentes.

No obstante, vale la pena advertir que no todo es tan alentador en esta movilización. Hay tres puntos que son cruciales tener en cuenta como síntomas de carencias y tensiones en la jornada. En primer lugar, es síntoma de una carencia del movimiento agrario el que no se enfatizara lo suficiente en el rechazo a la criminalización del uso de semillas y en la condena a las triquiñuelas de los empresarios que se han apropiado ilegalmente de los baldíos de la nación. Aunque el Coordinador Nacional Agrario emitió un comunicado sobre este último tema (5), es claro que estos dos puntos debieron ser agitados con mayor fuerza para esta movilización.

También preocupa que las organizaciones no lanzaran un pliego conjunto, sino que se lanzaran tres pliegos diferentes, máxime cuando el Mandato Agrario aprobado en el año 2003 es una carta de navegación del movimiento campesino, indígena y afro que en su momento recogió a la mayoría de organizaciones rurales populares. Es alentador que reemerja el movimiento social rural, pero preocupa que resurja con agendas dispersas.

En tercer lugar, es claro que la agenda de la Mesa nacional de unidad agropecuaria puede entrar en tensión con las agendas de la Mesa nacional agropecuaria y popular de interlocución y acuerdo, y la del Coordinador Nacional Agrario. La primera agenda está ligada a las reivindicaciones de sectores productivos que agrupan a medianos y grandes empresarios afectados por la apertura económica, de ahí que se centre en el tema de subsidios y la revisión del libre comercio, pero no mencione nada sobre acceso a la tierra o reconocimiento del campesinado. Las otras dos agendas, en cambio, recogen las tesis del movimiento campesino de pequeños agricultores, jornaleros y minifundistas, quienes también rechazan el libre comercio, pero a su vez buscan una transformación más profunda de la institucionalidad agraria.

Aunque esta tensión sea en apariencia un síntoma de debilidad, también puede leerse como una base posible para formular un compromiso histórico de las organizaciones rurales con el campo colombiano. La tesis del compromiso histórico fue defendida por la izquierda italiana del siglo XX para agrupar a diversos sectores políticos y sociales en dirección a definir objetivos comunes en defensa de un proyecto nacional-popular en ese país. Aunque las diversas agendas del movimiento rural-popular expresen tensiones políticas y sociales, vale la pena preguntarse si tales tensiones pueden ser una base para pensar una agenda única reivindicativa que transforme el campo colombiano. A pesar de mi latente escepticismo ante esa posibilidad en el corto plazo, considero que es tan imperioso como urgente caminar en ese sentido.

Para terminar, es crucial mencionar que el apoyo o la coincidencia de gremios como los camioneros, los mineros, los estudiantes, integrantes del sector salud y las centrales obreras en esta movilización, es una muestra de la efervescencia creciente de un movimiento social que busca transformaciones a partir de sus agendas particulares. La coincidencia múltiple en la movilización de esta semana es indicador de la posibilidad de coordinar acciones en esos sectores dispersos. No obstante, la coordinación de acciones sigue siendo insuficiente ante la disparidad de agendas. Mientras no surja una agenda común de políticas afirmativas y transformativas que pueda canalizar al disperso movimiento social, los esfuerzos seguirán siendo insuficientes. Pero, como bien lo saben las y los habitantes del campo, los caminos largos empiezan con un paso. Ojalá lo estemos dando en estas jornadas de movilización.

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Notas:

1 El autor es director de la Corporación para la Educación y el Desarrollo de la Investigación Popular-Instituto Nacional Sindical, CED-INS.