¿Hasta cuándo?


Ya estoy harto de escuchar soluciones ineficaces que no llevan a nada, de leer como los medios expresan cínicamente que se aproxima una crisis carcelaria, cuando desde muchos años atrás es obvio que estamos en ella, y que hasta apenas dos semanas atrás se declaró por parte del gobierno nacional una emergencia carcelaria por motivo de hacinamiento; estoy harto de la criminalización, del por motivos políticos, del que roba porque tiene hambre, del que vende cd’s piratas porque tiene que buscar la manera de sobrevivir. Estoy más que cansado, de ver como desde el gobierno de este país, que la aquejan un sinfín de problemas, solo se propone construir más cárceles, encerrar más gente, construir más cárceles, encerrar más gente, construir más cárceles, encerrar más gente…

No hace falta ser ningún erudito en materia penal, ni un discípulo ferviente de Michael Foucault, para darse cuenta que la estrategia no sirve. Que el encierro no resocializa, y menos en las condiciones en las que se encierra en este país. Que la construcción de cárceles no va a solucionar el problema, que en el último decenio se construyeron más 10 de cárceles, en los sitios más recónditos de este país, para solucionar un problema de hacinamiento, pero ¡oh sorpresa! Al día de hoy este ronda por el 53% en todo el país, llegando a casos extremos del 200%, caso Bellavista.

Y aunque no creo en el discurso de la resocialización, pues es doblemoralista y no ofrece muchos argumentos, supondré que el encierro sirve para dicho fin. Ahora bien, ¿cuál es la mejor manera de hacerlo? Tal vez el alejar a los presos a cientos de kilómetros de sus familias sea lo más adecuado, donde no te puedan visitar nunca y donde ni por casualidad llegan las cartas. O mejor, someter a alguien a dormir en los baños y pasillos, en una jaula de 2x2 metros con otras cinco, seis, siete, ene, personas… O comer en horas atípicas, comidas atípicas. O quizá una ayuda psicológica irreal, un acompañamiento inexistente, un corte con cualquier tipo de vínculo y/o relación social. Las propuestas que ofrece la política criminal colombiana son muchas y diversas, ahora bien ¿Sirven, resocializan?

Ni sirven, ni resocializan, y dejan la dignidad de los presos por el piso. Porque además, ¿a qué tipo de sociedad saldrán nuevamente los presos cuando recuperen su libertad? A la del egoísmo, a la de la explotación, a la del silencio, a la del individualismo; a la que acepta ciegamente las propuestas punitivas del Estado, que anchan la definición de criminal, que aumentan las penas, que no estudia las raíces de los delitos (que el mismo define y juzga), que propone soluciones insulsas a problemas reales…

Mientras no se cambie la perspectiva de la política criminal de este país la situación poco cambiará. La propuesta de reforma al Código Penitenciario y Carcelario, según las miradas críticas, poco o nada ofrece en términos reales a la solución de los problemas carcelarios, y por el contrario busca abrir puertas a terceros (PRIVADOS) para continuar con la construcción de centros de reclusión (además de los servicios que estos ya prestan, así sea de manera perversa, como alimentación, salud, entre otros) que al cabo de unos años, se llenarán, y se recontrahacinarán. Ya que este más que demostrado que la privatización de las cárceles es rentable, produce ganancias gigantescas, y además desprende de su labor al Estado, y esas, claro está, son las perspectivas del Estado colombiano

Así que si de verdad se quiere cambiar la situación, hay que cambiar la perspectiva, dar un vuelco a la actual política criminal, a las ansias de privatización, a la violación de derechos al interior de los centro de reclusión, y poner el tema en un debate amplio, donde quepan otras miradas y la de los presos y sus familiares, que son quienes viven la situación.